Querida Kate
En este día plano de luz intermitente tu voz llena el deseo de contar a la otra cada trayecto que emprendemos creyendo que es propio cuando es el tuyo, el mío y el de tantas.
No eres la única. Me ahoga tu desesperación envuelta de lucidez. Tu verdad quemada y abrupta. Tu miedo a pedir ayuda y que vuelvan a encerrarte. Qué es la locura sino una condición que atraviesa a tantas arrastrándolas al margen, al lodo. Tómate esto te decían, es por tu bien. Como dudar de los que dicen que aman? Mejor callada, sutil, sin avergonzar a nadie con tus transgresiones.
Tus palabras me conducen a esa noche en la que reías con tus mosqueteras, en aquella granja donde se desató la guerra y te arrastró a lo hondo.
Veo tus ojos dolidos tras los lentes redondos, tu impaciencia, tus manos aterradas.
Veo el cansancio, tu desorientación, las horas de espera en camisón.
Veo tu habitación fea y sórdida, el yeso del techo, ese centro de reclusión en una ciudad irlandesa.
Tu historia acompaña el peso del trauma, de permitirnos el dolor inexplicable y abrumador. De la carga que supone la enfermedad mental. Una supuesta conducta socialmente inaceptable.
Vuelvo a ver la granja, los árboles han crecido. Vuelvo a verte reír, aliviada. Con tu vista fija, tu voz aguda y el arte en tus manos.
*Carta a Kate Millet després de llegir Viaje al Manicomio.
*Text publicat a la revista Letraheridas. Revista de libros y cultura, número 19. Pàgina 38 i 39. ISSN 2692-4376. Octubre 2021