Taquile
Al despertarme, siento un dolor bastante agudo en los músculos de todo el cuerpo, seguramente es debido al colchón hecho de palitos de madera unidos por varias cuerdas en el que he dormido.
Los lugareños no resultan muy abiertos con los turistas ni tampoco con las fotografías. Al amanecer, se levantan y comienzan su día. Nos explican que no disponen de coches, ni de caballos, ni asnos, ni tampoco de perros.
Desayunamos en el mismo lugar que el día anterior donde gozamos de la tranquilidad de la isla. El dueño de la casa nos cuenta que cada vez que llegan turistas rotan hospedándose en distintas casas dando la misma posibilidad de beneficio a todas las familias por igual. También comenta que debido al árido terreno de la isla solo se puede plantar en temporada de lluvias, por lo tanto en temporada seca viven del poco turismo y de la pesca que intercambian en el puerto de Puno.
Los isleños visten con sus ropas tradicionales bordadas por ellos mismos en las que se distinguen si un varón está soltero o casado dependiendo del color de su gorro. A media tarde tomamos el barco de regreso a Puno. Durante el trayecto de 3 horas conversamos con una pareja belga de las dificultades de su gobierno y nos preguntan acerca de Catalunya y Donosti.