Machu Picch
A las 4.15h empieza el viaje. Empezamos andando por un camino de tierra y al poco subimos escaleras y escaleras cruzándonos con muchos grupos de excursionistas que siguen nuestros pasos. Linternas que alumbran mi camino hasta que la luz del día empieza a perfilar las formas de las montañas que nos envuelven y también de las rocas del camino. Oímos algunos de los primeros autobuses de turistas y corremos para llegar antes que ellos.
Al llegar arriba, sin aliento, vemos cómo todos corren a una velocidad excesiva para ser uno de los primeros 400 para tomar un tiquet que nos lleva a Wayna Picchu. El grupo se divide y me quedo con Sebastian visitando el Machu: el puente del inca, el templo de las tres ventanas, la caseta del Inca, etc.
El amanecer resulta increíble. Al cabo de un rato nos disponemos a subir a Wayna Picchu pero mi ritmo desciende y el de él se apresura. De camino los excursionistas que se cruzan me animan a seguir: It's amazing, you’ve got it. Llego a la cima. Increíble. Impresionante. El paisaje más bello.
Llegamos a Aguas Calientes y mi estado sigue débil aún después de haber comido. Mientras mi compañera pasea por el mercado me tumbo en un banco de la estación de tren, en varios minutos me quedo dormida. Al despertar converso con una niña que vive allí. Me pregunta por mi país y por el viaje. Ella me cuenta que estudia en Cuzco y que viene el fin de semana a ayudar a sus papas con el negocio. Se muestra muy educada y madura a sus 12 años.
Tomamos el tren a las 21.00 hasta Ollantaytambo y allí una combi hasta Cuzco. No tengo conciencia del trayecto ya que mantengo los párpados cerrados durante todo el viaje.