Machu Picch


A las 4.15h empieza el viaje. Empezamos andando por un camino de tierra y al poco subimos escaleras y escaleras cruzándonos con muchos grupos de excursionistas que siguen nuestros pasos. Linternas que alumbran mi camino hasta que la luz del día empieza a perfilar las formas de las montañas que nos envuelven y también de las rocas del camino. Oímos algunos de los primeros autobuses de turistas y corremos para llegar antes que ellos. 















Al llegar arriba, sin aliento, vemos cómo todos corren a una velocidad excesiva para ser uno de los primeros 400 para tomar un tiquet que nos lleva a Wayna Picchu. El grupo se divide y me quedo con Sebastian visitando el Machu: el puente del inca, el templo de las tres ventanas, la caseta del Inca, etc. 

El amanecer resulta increíble. Al cabo de un rato nos disponemos a subir a Wayna Picchu pero mi ritmo desciende y el de él se apresura. De camino los excursionistas que se cruzan me animan a seguir: It's amazing, you’ve got it. Llego a la cima. Increíble. Impresionante. El paisaje más bello.

No hay palabras para descubrir la sensación de libertad que te sopla el aire. Mientras descanso en lo alto de la roca más alta , escucho a una chilena recitar un poema de Borges sobre el Machu Picchu. El momento es más que mágico. Después de tomar mis fotografías y recuperar el aliento me dispongo a bajar por otro sendero. Desciendo por cuerdas, escalo paredes, me arrastro por alguna roca y tomo el camino de bajada conversando con dos canadienses. Mientras discutimos si Vancouver es mejor para vivir que Montreal nos pasamos la señal que indica la vuelta al Machu Picchu y empezamos a bajar pendientes muy empinadas y descendemos mil peldaños. Llega un momento en el que nos preguntamos dónde estamos. Nos encontramos a un austríaco que nos comenta que estamos frente al Templo de la Luna. Tomamos algunas fotografías pero el camino de regreso me resulta imposible. Me siento muy débil y cansada. Empiezo a desmoralizarme. Mis tobillos estan frágiles y tiemblan, en uno de los saltos me tropiezo y me tuerzo un tobillo. Los chicos se sientan a mi lado y esperan a que me sienta mejor. Me comentan que haremos el camino juntos, así que si necesito descansar no hay problema. Se ofrecen a llevar mi mochila pero me hago la fuerte y sigo el camino. Los escalones de subida aumentan por minutos. Las horas pasan y el hambre, la sed, el calor y el estado anímico se debilita. Finalmente conseguimos llegar a la entrada de Wayna Picchu. Corro para reencontrarme con mis compañeros de viaje pero algunos han tenido que tomar el camino de regreso porque no disponían de plata para coger el bus. Mireia me espera con los brazos abiertos. También preocupada. 


Llegamos a Aguas Calientes y mi estado sigue débil aún después de haber comido. Mientras mi compañera pasea por el mercado me tumbo en un banco de la estación de tren, en varios minutos me quedo dormida. Al despertar converso con una niña que vive allí. Me pregunta por mi país y por el viaje. Ella me cuenta que estudia en Cuzco y que viene el fin de semana a ayudar a sus papas con el negocio. Se muestra muy educada y madura a sus 12 años.

Tomamos el tren a las 21.00 hasta Ollantaytambo y allí una combi hasta Cuzco. No tengo conciencia del trayecto ya que mantengo los párpados cerrados durante todo el viaje.

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