Día dieciocho

Nos despertamos temprano. Hoy es el último día que pasaré en compañía. Intento planear mi destino de los próximos días. Cuando todo está resuelto, alquilamos una bicicletas y nos dirigimos a la playa. 3 km y medio bajo el sol. Afortunadamente decidimos ir a la playa vietnamita y no a la turística, la cual resulta estar totalmente solitaria. Mar de la China. La playa es paradisíaca, la arena blanca y el mar cristalino. Disfrutamos mucho del lugar, algo que ya necesitábamos. Leemos y nos relajamos bajo el sol. Resulta imposible no bañarse aunque debemos ir con cuidado porque hay algunas medusas. Comemos en un chiringuito de la playa en donde el personal es realmente amable. Tumbadas en una hamaca bajo las sombrillas gozamos del único momento de relax en varios días. A nuestro lado, observamos a un señor que comparte hamaca con una chica vietnamita. Tratamos de adivinar si resulta ser turismo sexual. Todo apunta a que sí, aunque no logramos saberlo con certeza. Se me revuelve el estómago.
Regresamos sobre las 15.00h después de escabullirnos de pagar el parking de bicicletas. Llegadas a la ciudad, disfrutamos de un concierto de música tradicional en una casa. Resulta divertido observar sus movimientos y la calidez de su voz. Me llaman la atención los trajes que visten y los instrumentos que tocan. Después, visitamos el museo de la cerámica ya que en Hoi An. En la población existen restos arqueológicos muy reconocidos en la zona. Eran pertenecientes a una de las primeras civilizaciones conocidas. A mí parecer resulta más interesante adentrarse en esos pequeños mundos y descubrir lo que hay en el interior de cada pieza en particular. Al finalizar la visita pretendemos recoger nuestro vestido pero todavía necesita algunos retoques. Paramos en un bar mientras nos despedimos, ya que mis compañeras se dirigen al aeropuerto del norte, mientras que yo sigo mi camino hacia el sur. Realmente me siento con ganas de disfrutar sola: leyendo, relajándome, descubriendo, escribiendo, soñando y aprendiendo a cada pasito. Paseo por la ciudad, me adentro en el mercado y compro algunos souvenirs. Ceno en un lugar de agradable música mientras planeo que haré mañana.
Los farolillos de colores, típicos de Hoi An, alumbran las callecitas mientras el humo de sus ceremonias se alza alrededor nuestro. En cada tienda disponen de un pequeño altar en donde rezan a sus antepasados, queman su incienso y al terminar queman papeles de colores en unas grandes ollas. Al parecer son mensajes que les envían a sus antepasados, ya sea comida o dinero. Me encanta el ritual.