Primera impresión


La sensación de toparse de bruces con la realidad. Te envuelve un sentimiento agresivo, distante a todo lo referente a tu mundo. Olores fuertes, sonidos estridentes que invaden la ciudad e incluso los alrededores, muchas personas haciendo vida en la calle, motos, motos y más motos.

Nada más llegar me llevan al Fisher village, donde residen los niños con los que trabajaremos diariamente, y nos adentramos a un mundo aún mas distante, distante incluso de Ha noi. Después de un largo trayecto sin haber tenido tiempo de rebajar algún peso, nos invitan a visitar una de esas habitaciones flotantes donde residen familias que no pueden permitirse nada más. En el río, se bañan los niños mientras el padre de familia nos explica su modo de vida. No disponen de derecho a las plantaciones ni tampoco a la escuela ya que todo ello pertenece al estado. Ellos no son considerados ciudadanos legales en Ha noi, proceden de un lugar más pobre. Lo único que reciben es el material con el que construyen sus viviendas flotantes. Antes de marchar, el señor nos agradece la ayuda que ofrecemos a sus hijos y a muchos de los otros niños y niñas. Abandonamos el lugar sin mirar atrás, dejando allí a sus residentes diciendo adiós con una sonrisa.



Al llegar a nuestra residencia el ambiente varia, voluntarios de distintos lugares del mundo unidos en un mismo proyecto, comentando la experiencia y organizando lo que será el resto del proyecto. Estoy emocionada.

Acabamos el día cenando junto el río a pie de calle y probamos un peculiar plato cocinado por nosotros mismos, Pho, a fuego lento en las ollas que nos depositan en las mesas.

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