Sa pa







Me despierto en el tren y averiguo que por una serie de contratiempos no llega a Lao Cai, la estación mas cercana a Sa pa. Por lo tanto, después de regatear durante un rato conseguimos un autobús que nos lleva a Sa pa por un precio no muy elevado.

Llegamos a Sa pa casi al mediodía. Me separo del grupo para vivir la aventura a mi aire. Entro a un hotel y me comunican que no dispone de habitaciones. Después de recorrer varios más también completos, un chiquito se me acerca para ofrecerme uno por ocho dólares. Me parece bien y acepto. Oigo como aplauden en la recepción al saber la noticia. Entiendo que no debe quedarse mucha gente aquí.

Sa pa me enamora nada más llegar. Se encuentra a lo alto de una montaña cerca de la frontera con China, sobre un hermoso valle. Tiene un encanto único. Te permite acceder a un contacto real con las etnias minoritarias. Tiene unos paisajes increíbles, casas muy coloridas, un mercado más que apetecible, tiendas de confección artesanal dirigidas por las distintas etnias. Lo que descartaría seria la cantidad de turismo, la masiva expoliación de terreno para la creación de hoteles y la persistencia de las mujeres Hmong por la venta de productos.

Tomo una ducha y como algo de comida occidental. Después me encamino hacia la Torre de la Radio donde descubro bellos jardines. El inconveniente es la niebla, que lo cubre todo con su pesada capa, por lo tanto carezco de la posibilidad de tomar buenas fotografías. A la vuelta, me pierdo en el mercado, converso con las niñitas Hmong, encantadoras aunque en la mayoría de ocasiones se acercan para que les compres alguno de sus artículos. Me resulta inevitable comprarles varias pulseras y brazaletes. Paso el resto de la tarde paseando por la ciudad y hago varias compras. Me encanta. Reservo el tren para partir al día siguiente. Estoy realmente impaciente por descansar en una cama de verdad.

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