El desconocido de la montaña: Brasil

































La primera vez que le ví sentí una sensación inmensa mostrándome que ya había llegado a mi destino. En cada lugar que visitaba le buscaba, en lo más alto, con sus brazos abiertos contemplando la ciudad.

La oscuridad llegaba pronto y de ese modo tratamos de madrugar y visitar todo lo posible bajo la luz del sol. El primer día todo se veía distinto, más oscuro, tenebroso y arriesgado. 

En aquel momento buscaba en las miradas de los transeúntes cada una de las historias que había leído sobre Brazil. Al día siguiente todo fue muy distinto, la ciudad me cautivó y logré apartar todo aquello para disfrutar y descubrir esa luz mágica que destella en Río de Janeiro.

El tiempo ha pasado muy rápido y hoy ya nos dirigimos a Mato Grosso,  y sólo queda por explorar en profundidad un barrio de favelas.

Parece increíble todo lo que ya hemos vivido en estos tres días en la gran ciudad y ese pequeño gran viaje a la conocidísima, ya por mí, Ilha grande. Las aventuras adquiridas en aquel curioso puerto son imposibles de olvidar. La brisa despeinando mi pelo y el olor a tierra fértil todavía inunda mi olfato.

Vidas contadas por aquellos, amables consejos y esa sensación de confianza que desprenden los brasileiros enmarcan toda esta aventura al paraíso.

Hoy ya le decimos adiós al desconocido que vive en lo alto, pero no para siempre.

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